Hace más de 20 años, Antanas Mockus cambió la forma de hacer política en nuestro país. Esto fue posible porque se dio cuenta que si queremos un cambio, necesitamos implementar acciones simultáneas que ayuden a que la sociedad pueda transformar sus comportamientos arraigados.
En un contexto en el cual el país se había resignado a las vías ‘fáciles’ del narcotráfico, Mockus propuso mimos en los semáforos que nos recordaran el valor de la vida; y zanahorias para impedir que por negligencias o abusos las personas terminaran en riñas o accidentes de tránsito. Pero su accionar no terminó allí: también recrudeció las multas para los infractores de la ley y realizó amplias campañas de pedagogía que a fuerza de repetición impactaron a la ciudadanía bogotana y luego a todo el país.
Esto es lo que hoy conocemos como cultura ciudadana: un triángulo que suma la atención al cumplimiento de las leyes; la transformación de la moral colectiva (rechazo o aprobación social); y la corresponsabilidad en la construcción de la sociedad: la cultura política, todos ponemos.
Acompañé por muchos años a Antanas en sus apuestas por lograr transformaciones en el país, porque desde el principio entendí que es así como podremos generar un cambio. Con una ciudadanía activa, que se interesa por los asuntos públicos y que comprende que tiene derechos y responsabilidades y que controla a sus gobernantes desde un ejercicio consciente de los espacios de participación y también mediante su voto.