Uno de los principios claves que como mockusista tengo es: La vida es sagrada. Esta es una comprensión que es necesario abordar en un sentido amplio: la vida de las personas y también la de todos los seres vivos con quienes compartimos el planeta. De eso depende nuestra existencia.

En la última Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima COP26, que tuvo lugar en Glasgow el año pasado, se nos dio un mandato como país: parar con la deforestación. Esta alarma proviene de la dramática situación que hemos vivido los últimos años en el 2020 hubo un aumento en la deforestación en la región de la Amazonía de 11 mil hectáreas frente al año anterior., y en este mismo año perdimos 171.685 hectáreas: el equivalente a 3 veces el parque de los nevados y 11 veces el parque Tayrona. El 70% de esta afectación se concentró en Antioquia, Caquetá, Guaviare y Putumayo, los últimos tres departamentos cuentan con territorio amazónico

Nuestro país se enfrenta a una proliferación de conflictos ambientales asociados a proyectos minero energéticos, agroindustriales o de infraestructura que chocan con los intereses de las comunidades y que muchas veces guardan una estrecha relación con actividades ilegales de la propia minería o el narcotráfico. Estos retos ponen en jaque el que logremos cumplir con la tarea que el mundo nos ha dado a los países que estamos a cargo de cuidar de la Amazonía.

De la mano de lo anterior, se encuentra otro gran desafío: el asesinato sistemático de líderes y lideresas que luchan por estas causas. Colombia es el país de más alto riesgo para ser activista por el medio ambiente y esto es una situación dramática que necesitamos detener: desde la firma del Acuerdo de Paz, 622 líderes y lideresas han sido asesinados, debido a su defensa del medio ambiente. La vida es sagrada, esto no lo podemos permitir. Hemos avanzado en materia de legislación, pero actualmente no hay suficiente control, por ejemplo, sobre la minería ilegal y sobre la deforestación por diversos motivos.