Asistí a la Universidad Externado de Colombia a la jornada académica con la que se rendía homenaje a los magistrados asesinados en el holocausto del Palacio de Justicia.
Nuestra generación no podrá olvidar aquellos 6 y 7 de noviembre de 1985. De esto ya hace 40 años. Impacta la precisión con la que cada uno recuerda dónde estaba cuando recibió la noticia. Yo incluída. Cuento esos días ente los más aciagos de mi vida. Muchos de nuestros mejores profesores quedaron allí, inmolados. Así, iniciamos nuestra vida laboral, con una huella imborrable y el alma adolorida.
Desde ese entonces el país ha cambiado mucho, no en todo, ni tanto como uno lo quisiera, pero hay avances. No me cuento entre los pesimistas que concluyen que todo tiempo pasado fue mejor. Hemos tenido momentos democráticos como la Asamblea Nacional Constituyente, procesos de paz exitosos, mejoramiento de la calidad de vida de la población -a pesar de lo mucho que falta- y se ha avanzado en descentralización y autonomía territorial. Pero la violencia acecha y la democracia enfrenta serios riesgos.
Recordar es un deber. Que la memoria nos una para consolidar la paz y que hechos como este, no vuelvan a suceder jamás.
